lunes, 11 de enero de 2016







LOS VERDADEROS AMIGOS DE LA GUERRA


Por Peloecaña

Definitivamente no podemos seguir indiferentes y sumisos soportando el ominoso “San Benito” de ser los enemigos insignes de la paz, dando como cierto ese calificativo, que Santos y su cáfila de áulicos nos han dado a quienes nos apartamos de su fementida paz, que no es sino la consolidación de la guerra, en el espacio y en el tiempo.

Para que sea más viable nuestra voluntad irrevocable de triunfar, respondiendo con un rotundo NO al plebiscito mentiroso y tramposo que proponen el presidente Santos y los integrantes de la mesa de la unidad en el Congreso, es prerrequisito ineludible demoler el sofisma que nos coloca como  el batallón de los guerreristas y amigos de la guerra y, por tanto, enemigos de la paz, y que nos señala como los abanderados de la disolución nacional. ¡Mentira solemnísima, falsedad de falsedades!

¡Y qué tarea más fácil de asumir!, porque la historia constituye el más nítido y sonoro mentís de ese exabrupto.

Terminada la guerra fratricida entre liberales y conservadores, alimentada por  esos sí auténticos enemigos de la concordia y la armonía social; logrado el apaciguamiento que en su momento trajo la dictadura del General Rojas pinilla, manifestado en la paz pactada entre las guerrillas liberales que en los Llanos Orientales comandaron Guadalupe Salcedo, Dumar Aljure y Cheíto García, entre otros, y el régimen de entonces, no faltaron quienes siguieron alimentado el odio y la violencia, a pesar del Frente Nacional.

Pacificados los Llanos, hubo quienes mantuvieron viva la llama del bandolerismo y la insurgencia liberal;  hubo algunos que con memoria de elefante se negaron a envainar los machetes y a entregar carabinas y fusiles y se mantuvieron levantados en armas, y a pesar de la buena voluntad de casi todos los jefes de los partidos tradicionales, y a esos soterrados y a veces reconocidos y públicos alimentadores de la guerra, la historia los tiene plenamente identificados.

Son herederos de quienes  hoy quieren repetir el proceso de la prolongación indefinida de la guerra. 

A Alberto Lleras Camargo, liberal epónimo, coautor del Frente Nacional, junto con Laureano Gómez, y primer Presidente de ese interregno de armonía y convivencia, le tocó soportar y padecer las bandas de salteadores y bandoleros, como “Sangre Negra”, “Desquite”, “Chispas” y “Tirofijo”, que instigados y patrocinados por los propios copartidarios del Presidente se negaban a enterrar el hacha de la guerra.

Fue tan exacerbada la pasión bestial de la chusma y tan ciega su sinrazón, que quedó registrada para la historia la matanza de los integrantes del Conservatorio Musical del Tolima, por integrantes de esas guerrillas, por tener la desgracia de integrar lo  que era para ellos un apéndice del conservatismo del Tolima; algo para Ripley. 

Vino el mandato del Presidente de la paz, Guillermo León Valencia, y fue a él a quien le correspondió abatir con la razón de las balas a todos esos asaltantes arriba señalados y entregar una Colombia pacificada, paz relativa, de la que pudieron disfrutar los colombianos y sus sucesores en el poder, Carlos Lleras Restrepo y Misael Pastrana Borrero.  

De esa caterva de asesinos se salvó Manuel Marulanda Vélez, alias Tirofijo, quien contó con el patrocinio de los gobiernos de Cuba y de la URSS, y por ellos estamos donde estamos.

Como los niños bien y “jailosos” de la sociedad bogotana, se podían dar el lujo de merendar con caviar y brindar con champaña Veuve  Clicquot todos herederos en la sucesión testada de El Tío, Enriquito y Juan Manuel Santos Calderón y Daniel Samper Pizano, con la compañía del más ferviente admirador de Fidel Castro y de su revolución, Gabriel García Márquez, al tiempo que proclamaban y reclamaban la vocería del proletariado colombiano, fundaron la revista Alternativa, de la más rancia estirpe marxista, y allí evacuaban su desprecio por el capitalismo, sin renunciar ni un ápice a las comodidades y manifestaciones de tan añorado régimen.

Enriquito, el Gran Hermano, condujo por el camino de la felonía y la insidia a su párvulo hermano Juan Manuel, a jugársela por entero, para lograr la entronización del castrismo en Colombia, deponiendo la democracia, débil e imperfecta, pero en fin democracia, con frustrada vocación de ser cada vez mas cierta.

Contra viento y marea, el Presidente Juan Manuel se inventó que había que pactar la paz con sus más obstinados y empecinados enemigos, los enemigos de la paz, y nos ha querido convencer de sus cañazos y envites de tahúr, pero como el país lo conoce, ya no le cree,  le está diciendo: "pago por ver".

Durante toda su existencia, los únicos y más connotados amigos de la guerra son los guerrilleros de todas las pelambres: las FARC, el ELN, el EPL, el Quintín Lame y el M19.

¿Acaso los secuestros, la extorsión y el chantaje; los asaltos a poblaciones y cuarteles; las voladuras de la infraestructura vial, petrolera y de redes y líneas eléctricas; la siembra de minas quiebrapatas, eufemísticamente llamadas anti personales; el secuestro de menores, y su reclutamiento como carne de cañón y de satisfacción  morbosa de degenerados sexuales; la violación de esas mismas niñas menores, su embarazo jamás deseado y su aborto criminal; el ejercicio del narcotráfico con fines de guerra; el asesinato masivo de los diputados del Valle del Cauca; la muerte de los sacrificados en el club del Nogal; el atentado a ciudadanos preeminentes de la sociedad colombiana; el desplazamiento forzado pueden ser  manifestaciones constitutivas de amor a la paz y odio a la guerra? 


¿Acaso el robo de las armas del Cantón Norte, el asalto al Palacio de justicia y la acción de colectivos de abogados y de jueces marxistas en pro de su ideario, aún sacrificando la justicia, pueden ser actos de paz o un NO a la guerra? 

Por favor, gritémoslo a los cuatro vientos, a todo pulmón sin sordina ni atenuantes, que los únicos amigos verdaderos de la paz somos quienes no estamos incursos en las conductas descritas, y sus auténticos enemigos son quienes las han practicado sin interrupción y de manera reiterada durante más de medio siglo.

Rechacemos enfática y rotundamente las pretensiones del Presidente Santos y su pandilla de enmermelados y fletados que nos quieren marcar con un hierro candente, como enemigos de la paz. 

NO, mil veces NO; los que aspiramos a derrotar el plebiscito tramposo de Santos, somos los verdaderos y entrañables enamorados de la paz que tanto necesitamos y por eso la deseamos con pasión.

Los amigos de la guerra están en el mismo combo del Presidente. No aceptemos por nada del mundo el estigma mentiroso y falaz con el que nos quieren señalar.

1 de enero de 2016.




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