lunes, 18 de enero de 2016






EL HOMBRE NACE BUENO…

Por Peloecaña


Dicen que el pensador ginebrino del siglo XVIII, Juan Jacobo Rousseau, dijo: "El hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe".

¿Qué tan válido y cierto es afirmar que "en Colombia algunos que nacieron buenos el régimen los ha corrompido"?

Lo que se atribuye a Rousseau no es absoluto, ni se puede admitir como una verdad también absoluta, porque si la sociedad es la suma de individuos, entonces debemos concluir que la sociedad corruptora es una suma de individuos corruptos.

Es más posible sostener válidamente que individuos colombianos que optaron por ser corruptos y que accedieron a los puestos de comando en la sociedad, han sido generadores todos de corrupción.

Pareciera que el Estado colombiano se volvió un auténtico gran silo de corrupción o un prototipo del Barril de los Puercos.

Han sido los más calificados corruptos, miembros de la clase política, los encargados de manera implacable y contundente de generar la corrupción y el desmoronamiento moral de la república, tanto que quienes se oponen a esa corrupción y a esa hecatombe institucional,  y propenden por un comportamiento diferente y encaminado al culto de las buenas prácticas administrativas y al imperio de la ética pública, son implacablemente perseguidos, sojuzgados y descalificados por los cabecillas de tan nefanda manera de actuar y su cohorte de beneficiarios materiales y paniaguados, la corrupción.

En nombre de una paz fementida y que cabalga a hombros de la suplantación de la justicia y del derecho, quienes se niegan a renunciar y a abdicar de principios tutelares de valores superiores para  que la sociedad superviva, son calificados de guerreristas, son estigmatizados y anatematizados y lanzados al fuego del averno y al foso de los leones.

La Constitución de 1886 fue sindicada de ser la causante de la violencia y de la injusticia social y de la desigualdad vergonzante, y un Presidente que nació del dolor lacerante de un joven inexperto, casi un niño, que transido lloraba la pérdida de su padre asesinado, por la instigación de uno de los más destacados exponentes del régimen y por los sicarios de la más apabullante de las formas de corrupción, el narcotráfico, decidió que la paz y el regreso a la moral pública solo se obtendrían aboliendo la Ley de Leyes, nacida de la voluntad política del Regenerador, Don Rafael Núñez, y de la sapiencia jurídica y la estatura moral de Don Miguel Antonio Caro.

Ese Presidente por azar y de coyuntura, con su grito de batalla "Colombianos bienvenidos al futuro", nos condujo a la catástrofe que hoy vivimos, y que hoy es el futuro que nos prometió; y con el concurso sobresaliente del mismo personaje que hoy es el mascarón de proa de la paz mentirosa e injusta, el Doctor De la Calle, logró el sepelio de tercera de la obra monumental de Caro y Núñez, para entronizar en  su remplazo ese esperpento que hoy nos rige, y que los parlamentarios de la Mesa de Unidad y Ministros del presidente Santos han pisoteado y vituperado tanto, porque son conscientes de su poca valía, la propia y la de la Constitución de 1991 . Eso, señores, es corrupción generada y practicada por muchos que al decir de Rousseau, que alguna vez fueron buenos, pero que sus congéneres corruptos del régimen los corrompieron hasta la médula.

Esa susodicha Constitución de 1991, que suplantó la de 1886, politizó la justicia y la convirtió  en una hedionda cloaca, donde la solidaridad partidista es el mejor argumento para absolver delincuentes y condenar ciudadanos de bien por el atípico delito de opinión. Eso es corrupción rampante que en medio de una sociedad de corruptos se tragó a los buenos de los que habló Rousseau.

El Congreso de la República hace valer las mayorías corruptas y ahoga entre los ríos de mermelada a las minorías que decidieron seguir siendo buenas, contradiciendo a Rousseau pero halagando a los cabecillas corruptos del régimen.

Y la batuta de la corrupción dirige la sinfónica desde la jefatura del gobierno, director que nada sabe de solfeo ni de dirección de orquesta, pero que si es aventajado tallador de mesa de garito. Ahí está la corrupción que nos agobia y consume.

Y la prensa colombiana que hoy se escandaliza por la entrevista concedida por el más connotado capo de capos a un actor de cine, tan corrupto como el entrevistado,  también está ahíta de tanto consumir mermelada corruptora, y ahí una vez más se confirma mi afirmación, hay colombianos que nacieron buenos pero el régimen los corrompió.

Una destacada columnista de El Tiempo, que hoy se duele de la entrevista concedida a un actor no periodista, por el capo mayor, deja constancia de que su rechazo a esa entrevista no es porque ella sea moralista, como si ser moralista fuera un baldón, un motivo de vergüenza, o una gravísima enfermedad contagiosa y fatal como la propia peste o el sida.

Señora periodista: lo que faltan en el mundo son moralistas que luchen por la ética y la práctica de las buenas costumbres.

Para su información, moral viene de la palabra latina, mos moris que significa costumbre,  y moralista según el Diccionario de la Lengua Española, expedido por la Real academia de la misma lengua es  " 1. com. Profesor de moral -. 2. autor de obras de moral -. 3. Persona que estudia moral -. 4. Clérigo que se ordenaba sin haber estudiado más que latín y moral".

Desde luego que usted ni es profesora de moral; ni es autora de obras de moral; y no sé si habrá estudiado moral; y, desde luego,  no es clérigo ni clériga.

La ausencia de moral es la que ha permitido la corrupción, porque el espacio que dejan los hombres buenos inmediatamente lo ocupan los corruptos.


18 de enero de 2016.

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