viernes, 22 de abril de 2016





ALGUNA VIRTUD HABRÁ DE TENER

Por Peloecaña


El tal juhampa no sólo ha de ser traidor empedernido, palitraquero compulsivo, tahúr marrullero, oligarca bogotano, sobrino nieto etc., etc., etc.

Para ser exitoso en todo lo anterior ha de ejercer alguna, no digamos que virtud, una cualidad mínima; ha tenido una dosis adecuada de paciencia.

La paciencia le ha permitido engañarnos a todos, uribistas y antiuribistas, derechista e izquierdistas, adolescentes y viejos, porque el izquierdismo no sólo es práctica juvenil; también le ha dado buen éxito en el resultado final de su palitraquerismo, aparentar lo que no se es; desde luego la paciencia es ingrediente "sine qua non", para poder esquilmar a sus compañeros de garito y a las víctimas de su tahurismo profesional; en cambio, la capacidad de saber esperar nada tuvo que ver con su condición de oligarca bogotano, esa condición le viene de cuna, le es genética y la genética no se equivoca. "Remember El Tío".

Pues bien, aterricemos: dada su condición de miembro camuflado pero activo del castrismo, el tal juhampa, “alias santiago", desde hace mucho tiempo sabía que su destino era lograr el acceso de Colombia a los países de la órbita  comunista; pero como su vida está signada por sus contradicciones, es un marxista diletante, máximo exponente del capitalismo salvaje, de ese capitalismo que encarna el diario El Tiempo, al que los izquierdistas, de cuando en cuando, señalan con su dedo acusador, sindicándolo  así: "Ahí están, esos son los que venden la nación".

Su estirpe oligárquica bogotana y su impronta capitalista, aunadas a todas sus marrullas, le permitieron urdir y lograr la venta de su participación accionaria del diario heredado de su tío y, con su decisión comercial, avaló la de los demás accionistas; y como de lo que se trataba era de plata y no de esos principios obsoletos y en desuso, como la conservación de la tradición, resolvió que el diario de sus ancestros no debía seguir siendo  el faro que durante más de un siglo había  iluminado al Partido Liberal, y la totalidad de la propiedad del periódico pasó a manos de otro capitalista salvaje, que figura en los inventarios del Partido Conservador, pero no el conservatismo  de Caro y Ospina, el mismo de los Gómez y los Ospina, de Suárez, Concha y Pastrana, no; el más actualizado, el de Gerlein y Cepeda su paisano, el de los Yepes Alzate y demás bichos de la misma ralea; pero se pactó en el contrato de compraventa del periódico que seguiría siendo el vocero, el epígono y el apologista del régimen.

Como juhampa es impredecible, recóndito, escondido y ya no podía guardar por más tiempo el as bajo la manga, sus paniaguados están dispuestos a negociar con las FARC "la democratización de los medios de comunicación"; es decir, que la celestina que compró El Tiempo no sabe si las negociaciones de La Habana le permitirán recuperar su inversión. Con su pan se lo coma.

Y por ahí, en un rincón de algún paraíso fiscal, un Santos fungiendo de diablillo, sonríe sarcástico y se burla de los tumbados y estafados.

28 de septiembre de 2014



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